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Triángulo negro invertido

Poesía Lésbica y Feminista

Esta es una muestra de  poesía lésbica y feminista escrita por mujeres famosas. No todas las autoras son  lesbianas, ni todas son feministas, algunas son ambas. La idea  de este espacio es difundir el trabajo que varias mujeres han realizado en este campo. El arte no escapa a la invisibilización histórica de las mujeres, de su emancipación y de su transgresión, sea ésta una transgresión a través del feminismo o del lesbianismo. Y si casi no se puede encontrar literatura escrita por mujeres feministas, y más aún por mujeres lesbianas o bisexuales donde se toque el tema de mujeres que aman a mujeres, no es porque no existan escritoras, es porque su obra es desvalorizada, más aún en estas formas de literatura, que transgreden lo establecido y rompen el estereotipo de "literatura femenina". Espero que disfruten este espacio. 

 

Adrienne Rich (1929, Estados Unidos)

Arboles
Dedicatorias
En un concierto de Bach

Veintiún poemas de amor (II; III; XII; Poema flotante, sin número; XX)

Audre Lorde (1934 - 1993, Estados Unidos)

Mujer
¿Quién dijo que era simple?

Gabriela Mistral (1889 - 1957, Chile)

Amor, amor

Gertrude Stein (1874 - 1946, Estados Unidos)

Stanza II
Stanza XXXVIII

Luz Méndez de la Vega (1919, Guatemala)

Safo a Cleis

Marguerite Yourcenar (1903 - 1987, Bélgica)

Versos gnómicos

Renée Vivien (1877 - 1909, Francia)

Desnudez
El cohete
Grito
La ofrenda
Los árboles
Los seres de la noche

Safo (620 a. C. aprox. - ?, Grecia) 

A mí en el pecho...
Bajo tierra estarás...
Como el viento desenfrenado...
De verdad que morir yo quiero...
Estas son las cenizas...
Igual que al jacinto...
Inmortal celeste...
Más desdeñosa que tú...
Me enamoré de tí...
No puedo decidir...
Pienso yo que jamás...
Se han puesto ya la luna y las pléyades...
Sé que más tarde...
Te igualaba a una diosa insigne...
Yo te buscaba y llegaste...

Sor Juana Inés de la Cruz (1651 - 1695, México)

Detente sombra
Mi divina Lysis
Poema a la Virreina
Señora mía

Soneto CXLV - A su retrato

* "Sappho y Erinna" (Solomon)

 

Adrienne Rich

 

Arboles

(de: Necesidades de vida)

 

Desde el interior, los árboles avanzan hacia el bosque, 

el bosque que estuvo vacío todos aquellos días, 

donde ningún pájaro podía posarse, 

ningún insecto esconderse, 

y ningún sol podía enterrar su pies en la sombra; 

en el bosque vacío de esas noches, 

los árboles abundarán por la mañana.

 

Las raíces se esfuerzan toda la noche 

por desprenderse de las grietas 

en el suelo de la terraza. 

Las hojas se retuercen hacia los vidrios, 

pequeños vástagos endurecidos por el esfuerzo 

largas y torcidas ramas que se desprenden con dificultad 

bajo el techo, como pacientes recién dados de alta, 

medio-aturdidos, dirigiéndose 

hacia las puertas de la clínica. 

 

Aquí me acomodo. Las puertas se abren hacia la terraza, 

escribo extensas cartas 

donde apenas menciono el bosque 

y su partida de la casa. 

 

La noche está fresca, la luna entera brilla 

en un cielo aún abierto. 

El aroma de hojas y liquen 

llega como una voz a las habitaciones. 

Mi mente está plena de susurros 

que permanecerán en silencio mañana. 

 

Escucha. Los vidrios se quiebran, 

se tambalean los árboles 

Hacia la noche. El viento 

se apresura a recibirlos. 

Como un espejo la luna se ha quebrado 

y en la copa del roble más alto 

relampaguean ahora sus fragmentos.

 

Dedicatorias 

(de: Un Atlas del Difícil Mundo)

 

Sé que estás leyendo este poema 

tarde, antes de dejar tu oficina 

de la única lámpara amarillo intenso y la ventana que se va oscureciendo

en la lasitud de un edificio fundido al silencio mucho después de la hora pico. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

parad@ en una librería lejos del océano 

en un día gris del principio de la primavera, 

débiles copos arrastrados por los enormes espacios de las planicies a tu alrededor. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

en una habitación donde demasiado ha sucedido como para que lo soportes 

donde las sábanas se enroscan estancadas en la cama y la valija abierta habla de huida 

pero todavía no puedes irte. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

mientras el subterráneo pierde velocidad 

y antes de subir corriendo las escaleras 

hacia una nueva clase de amor que tu vida nunca permitió. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

a la luz de la pantalla del televisor 

donde imágenes sin sonido se sacuden 

y deslizan mientras esperás el noticiero de la intifada. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

en una sala de espera de ojos encontrados 

y que no se encuentran, 

de identidad con extraños. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

con luz fluorescente en el aburrimiento y la fatiga de jóvenes contados, 

que se descuentan a sí mismos, 

a una edad demasiado temprana. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

con tu vista debilitada, 

los gruesos lentes agrandando estas letras más allá de todo significado 

y sin embargo sigues leyendo porque hasta el alfabeto es precioso. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

caminando por la cocina calentando leche, 

un bebé llorando sobre tu hombro, 

un libro en tu mano porque la vida es corta y tú también tienes sed. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

que no está en tu idioma 

adivinando algunas palabras mientras otras te hacen seguir leyendo 

y quiero saber cuáles son esas palabras. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

escuchando, 

desgarrad@ entre la amargura y la esperanza 

volviendo una vez más a la tarea que no puedes rehuir. 

 

Sé que estás leyendo este poema 

porque ya no queda otra cosa que leer 

ahí donde aterrizaste, 

desnud@ como estás.

 

En un concierto de Bach

(de: Un Cambio de Mundo)

Atravesando la ciudad en una noche de invierno
Dijimos que el arte y la vida son polos opuestos.
Aquí nos acercamos a un amor que no conoce la lástima.
Esta anciana disciplina, severamente tierna,
Renueva la creencia en el amor y sin embargo controla el sentimiento,
Convirtiendo lo que soportamos en una bendición.
La forma es la ofrenda más grande que el amor puede ofrecer -
La unión vital de la necesidad
Con todo lo que deseamos, todo lo que sufrimos.
Un arte demasiado compasivo es apenas un arte a medias.
Sólo tan altiva y comedida pureza
Restaura el demasiado traicionado corazón humano.

 

II

(de: Veintiún Poemas de Amor) 

 

Me despierto en tu cama. 

Se que he estado soñando. 

Mucho más temprano, la alarma nos separó la una de la otra, 

Has estado en tu escritorio por horas. Sé lo que soñé: 

nuestra amiga la poeta viene a mi habitación 

donde estuve escribiendo por días, 

bocetos, carbonillas, poemas están desperdigados por todas partes,

y quiero mostrarle un poema 

que es el poema de mi vida. Pero vacilo, 

y me despierto. Besaste mis cabellos 

para despertarme. Soñé que eras un poema

digo, un poema que quería mostrarle a alguien...

y me río y vuelvo a soñar

con el deseo de mostrarte a toda la gente que amo, 

para movernos abiertamente juntas 

en el influjo de la gravedad, lo cual no es simple, 

lo cual transporta al césped alado por un largo camino lejos 

del elevado viento.

 

III

(de: Veintiún Poemas de Amor)

 

Porque ya no somos jóvenes, 

las semanas han de bastar por los años sin conocernos. 

Sólo esa extraña curva del tiempo me dice que ya no somos jóvenes. 

 

¿Caminé yo acaso por las calles en la madrugada, 

a los veinte, con la piernas temblándome y los brazos en éxtasis más pleno? 

¿Acaso me asomé por alguna ventana buscando la ciudad atenta al futuro, 

como ahora aquí, esperando tu llamada? 

Con el mismo ritmo tú te aproximaste a mí. 

 

Son eternos tus ojos, verde destello de la hierba verde azulada del comienzo del verano.

Sí. A los veinte creíamos ser eternas. 

A los cuarenta y cinco deseo conocer incluso nuestros límites. 

 

Te acaricio ahora, y sé que no nacimos mañana, 

y que de algún modo tú y yo nos ayudaremos a vivir, 

y en algún lugar 

cada una debe ayudar a la otra a morir. 

 

XII 

(de: Veintiún Poemas de Amor)

 

Durmiendo, girando incesantes como planetas en sus praderas nocturnas: 

un roce es suficiente para hacernos saber que no estamos solas en el universo, 

aún dormidas los fantasmas del sueño de dos mundos cruzan sus pueblos fantasmas, 

casi hablándose entre sí. 

 

Despierto al susurro de tus palabras dichas a años luz o años sombra 

como si mi propia voz hablara. 

Pero tenemos voces diferentes, aún en sueños, 

y nuestros cuerpos, tan parecidos, son sin embargo diferentes 

y resuena el pasado a través de nuestras venas cargado con lenguajes diferentes, sentidos diferentes, 

pero cualquier crónica del mundo compartida podría ser escrita con un sentido nuevo: 

éramos dos amantes de un género, 

éramos dos mujeres de una generación.

 

Poema flotante, sin número

(de: Veintiún Poemas de Amor)

 

Pase lo que pase con nosotras, tu cuerpo 

vivirá en mí... tierno, delicado,

tu forma de hacer el amor, 

como la fronda semi enroscada del helecho en espiral en los bosques 

recién bañados por el sol. Tus viajeros y generosos muslos

entre los cuales mi rostro entero se hunde una y otra vez... 

la inocencia y sabiduría del lugar que mi lengua ha encontrado ahí...

 

La viva, insaciable danza de tus pezones en mi boca...

Tu forma de tocar, firme, protectora, investigándome, 

tu lengua fuerte y tus finos dedos 

llegando donde te estuve esperando por años, 

en mi rosa, húmeda cueva...

Pase lo que pase, esto es.

 

XX

(de: Veintiún Poemas de Amor)

 

Aquella conversación que siempre estuvimos a punto de tener, 

está girando en mis pensamientos, 

Durante la noche el Hudson tiembla bajo las luces de Nueva Jersey 

El agua contaminada reflejando también la luna 

Y yo distingo a una mujer 

Que amaba ahogándose en secretos, 

con una temible herida 

Alrededor de su garganta que la rodea tal como los cabellos. 

Y esa es ella con quien he intentado hablar, 

cuya herida, expresa en su rostro 

Volviéndose a un lado de dolor, 

es arrastrada cada vez mas profundo 

Donde no me puede escuchar, 

Y enseguida me doy cuenta yo 

que estaba hablando con mi alma.

 

ARRIBA

Audre Lorde

Mujer

 

Sueño con un lugar entre tus pechos
para construir mi casa como un refugio
donde siembro
en tu cuerpo
una cosecha infinita
donde la roca más común
es piedra de la luna y ópalo ébano
que da leche a todos mis deseos
y tu noche cae sobre mí
como una lluvia que nutre.

 

¿Quién dijo que era simple?

Tiene tantas raíces el árbol de la rabia
que a veces las ramas se quiebran
antes de dar frutos.

Sentadas en Nedicks
las mujeres se reúnen antes de marchar
hablando de las problemáticas muchachas
que contratan para quedar libres.

Un empleado casi blanco posterga
a un hermano que espera para atenderlas primero
y las damas no advierten ni rechazan
los placeres más sutiles de su esclavitud.

Pero yo que estoy limitada por mi espejo
además de por mi cama
veo causas en el color
además de en el sexo
y me siento aquí preguntándome
cuál de mis yo sobrevivirá
a todas estas liberaciones.

ARRIBA

 

Gabriela Mistral


Amor, amor


Anda libre en el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡le tendrás que escuchar!

Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de mar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrás que hospedar!

Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrás que hospedar!

Tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrás que creer!

Te echa venda de lino; tú la venda toleras.
Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso para en morir! "

 

ARRIBA

 

Gertrude Stein

Stanza II

Pienso muy bien de Susan pero no sé su nombre
Pienso muy bien de Ellen pero lo que no es lo mismo
Pienso muy bien de Paul le digo que no lo haga
Pienso muy bien de Francis Charles pero lo hago
Pienso muy bien de Thomas pero no no lo hago
Pienso muy bien de no muy bien de William
Pienso muy bien de cualquier muy bien de él
Pienso muy bien de él.
Es notable qué rápido aprenden
Pero si aprenden y es muy notable qué rápido aprenden
Supone no sólo sino por y por
Y pueden no sólo estar no aquí
Sino no ahí
Lo cual después de todo no supone ninguna diferencia
Después de todo esto no supone ninguna no supone ninguna diferencia
Agrego agregado eso a eso.
Bien podría estar podría y estar aquí.

 

Stanza XXXVIII


Lo cual quiero decir es esto
No hay principio de un fin
Pero hay un principio y un fin
De principio.
Pues sí por supuesto.
Cualquiera puede advertir que norte por supuesto
Es no sólo norte pero norte como norte
Por qué se preocupaban.
Lo que quiero decir es esto.
Sí por supuesto.

ARRIBA

Luz Méndez de la Vega

 

Safo A Cleis

 

Me amo en ti, 

en tu figura, 

me miro, 

transformada 

con la forma de mi sueño.

 

Al acariciarte 

es mi reflejo
el que acaricio 

narciso 

en el espejo de tu cuerpo. 

 

Me miro, así, 

toda yo 

vuelta carne tuya, 

belleza que amo, 

seda que acaricio
en tus mejillas. 

 

Sabor de tu piel 

en la blanca corola 

de tus senos 

y en la oscura y dulce fruta 

de tu sexo. 

 

Lenta y deleitosa
te recorro 

con mis dedos 

más sabios en
formas que los de Fidias, 

y vuelvo un
cinturón de oro 

mis brazos en torno 

a tu cintura,
mientras ávidas 

mis piernas

 -como lianas-
se enredan en las tuyas 

al tiempo que no hay límite 

entre tu boca y la mía. 

 

¿Tú o yo?
¿Cuál soy? 

¿o cuál tú eres? 

 

Fundidas en el placer 

todo se borra, 

y sobre el lecho, entre
los deshojados jacintos 

de las rotas guirnaldas
-con que nos adornamos 

para el íntimo festejo-
sólo sé 

que soy llama 

encendida en tu aliento.


Enajenada en ti 

sin tiempo 

y sin fronteras.
Perdida el borde de mi cuerpo, 

en las oscuras aguas 

del orgasmo, 

me entrego hasta morir
en tu belleza.

 

ARRIBA

 

Marguerite Yourcenar

 

Versos gnómicos


Te vi crecer como un árbol, eternidad inefable,
te vi endurecerte como un mármol, indecible realidad.

Prodigio cuyo nombre se me escapa, granito, para el cincel, inflexible,
felicidad compartida por el pájaro y por el agua que el perro bebe.

Secreto que hay que saber y callar, todo lo que dura es pasajero,
siento girar la tierra y el cielo de astros ligero.

Sonreíd, muertos bien acostados! Todo pasa y sin embargo dura,
las briznas de la verdura nacen del grano de las rocas negro.

ARRIBA

Renée Vivien


Desnudez

 

Te arrojaba la sombra efluvios de agonía.
El silencio se hizo turbador y anhelante.
Escuché un susurrar de pétalos rosados.
Lirio entre lirios, blanco, se me mostró tu cuerpo.

Sentí de pronto indignos los toscos labios míos.
Mi alma cumplió un sueño conmovido: posar
en tu encanto, que sabe retener tanta luz,
el tembloroso hálito de algún místico beso.

Desdeñando los mundos que el deseo encadena,
gélida mantuviste tu sonrisa inmortal:
Sobrehumana y extraña resiste la Belleza
y exige la distancia radiante del altar.

En torno a ti, esparcidos, sollozaban los nardos
y tus senos se erguían, intactos y orgullosos.
Quemaba en mi mirada el doloroso éxtasis
que oprime en los umbrales de la divinidad.

 

El cohete

 

Vertiginosamente volaba a las estrellas.
Mi orgullo degustaba el triunfo de los dioses.
Desgarraba mi vuelo, jubiloso y nupcial,
Las tinieblas de estío como velos muy tenues...

Con fugitivo beso de himeneo, fui amante
De la Noche de pelo cuajado de violetas.
Las flores del tabaco me entreabrían sus cápsulas
De marfil donde, tibio, dormía algún recuerdo.

Vislumbraba más alta la Pléyade divina.
Ascendía...Alcanzaba el Eterno Silencio.
Entonces me quebré como un loco arco iris,
Arrojando fulgores de oro, de ónice y jade.

Fui el relámpago extinto y el sueño destruido.
Sabiendo del ardor, del esfuerzo en la lucha,
Del vencer, del espanto monstruoso de caer,
Fui la estrella caída que se apaga en la noche.

Grito

 

Tus pupilas azules, tus entornados párpados,
encubren un fulgor de confusas traiciones.

La emanación violenta, maligna de esas rosas
me embriaga como vino donde duermen venenos.

 

A la hora en que danzan, dementes, las luciérnagas,
y asoma a nuestros ojos el brillo del deseo.


En vano me repites las palabras de halago,
y te odio y te amo abominablemente.


La ofrenda

 

Para probar que aun más que a mí misma la amo,
A la mujer que quiero le ofreceré mis ojos.

Le diré en tono tierno, jubiloso y humilde:
-He aquí, amada mía, la ofrenda de mis ojos.

Te entregaré mis ojos que tantas cosas vieron.
Tantísimos crepúsculos, tanto mar, tantas rosas.

Estos ojos -los míos- se posaron antaño
En el altar terrible de la remota Eleusis,

En la belleza sacra y pagana de Sevilla,
En la Arabia indolente y en sus mil caravanas.

Vi Granada, cautiva vana de sus grandezas
Muertas entre cantares y perfumes muy densos.

La pálida Venecia, Dogaresa muriente,
Y Florencia que fuera la maestra de Dante.

La Hélade y sus ecos de un llanto de siringa
Y Egipto acurrucado frente a la gran Esfinge.

Junto a las olas sordas que sosiega la noche
Vi tupidos vergeles, orgullo en Mitilene.

He visto islas de oro en templos perfumados,
Y ese Yeddo y sus frágiles voces de japonesas.

Al azar de los climas, las corrientes, las zonas
Incluso vi la China y sus rostros amarillos.

He visto islas de oro donde el aire se endulza
Y sagrados estanques en los templos hindúes,

Templos donde perduran inútiles saberes...
¡Te regalo, mi Amada, todo lo que he mirado!

Y regreso trayéndote cielos grises y alegres,
A ti que te amo tanto, la ofrenda de mis ojos.

Los árboles

 

En el azur de abril, en el gris del otoño,
Los árboles poseen una gracia inquietante.
El álamo en el viento se retuerce y se pliega
Cual cuerpos de mujer trémulos de deseo.

Su gracia es un desmayo de carne abandonada
Y murmura su fronda, al soñar se estremece,
Se inclina, enamorada de las rosas del Este.
Lleva el olmo en su frente una corona pálida.

Revestido de claro de luna plateado,
El abedul deshila su cambiante marfil
Y plasma palideces en las sombras inciertas.

El tilo huele a ásperas y oscuras cabelleras.
Y desde las acacias de lejana verdura
Divinamente cae la nieve del perfume.

 

Los Seres de la noche

 

Los Seres de la noche y los Seres del día
Se reparten, por turnos, desde antaño mi alma.
Los Seres de la noche me hacen temer el día.

Pues los Seres del día son triunfantes y libres,
Ningún horror secreto hace vibrar sus fibras.
Tienen el mirar limpio de los que nacen libres.

Los Seres de la noche, lentos, pasivos, dulces,
Tienen alma de río sosegado y oscuro.
Sus gestos son furtivos y sus risas son dulces.

Mas los Seres del día tienen pupilas claras,
De ese azul que ve sólo un águila en su cielo.
El día da esplendor a pupilas tan claras.

Son los vívidos ojos de héroes y de reyes
Del Norte, que se ríen en sus palacios gélidos,
De reinas cuyas almas dominaron a reyes.

Los Seres de la noche son cautos: en la sombra,
Fósforo misterioso se enciende en su mirada.
Los Seres de la noche sólo habitan la sombra.

Los Seres de la noche, débiles, deliciosos,
Hacen errar, pues son amantes fugitivos,
Amantes con entrañas pérfidas, deliciosas.

Desvían, en el beso, su muy frígida boca
Y flaquea su paso como en un gesto huraño.
Sólo se bebe un beso mentido de su boca.

Temerás la atracción de los Seres nocturnos.
Pues su cuerpo flexible resbala entre los brazos
Y huye: su amor es sólo mentira de la noche.

ARRIBA

 

Safo

A mí en el pecho el corazón 

se oprime sólo en mirarte,

ni la voz acierta de mi garganta a prorrumpir, 

y rota calla la lengua.

-----

Bajo tierra estarás,

nunca de ti,

muerta, memoria habrá

 

ni añoranza; que a ti

de este rosal

nada las Musas dan;

 

ignorada también,

tú marcharás

a esa infernal mansión,

 

y volando errarás,

siempre sin luz,

junto a los muertos tú.

-----

Como el viento desenfrenado 

que en las montañas
cae sobre los bosques, 

el amor estremece mi ser.

-----

De verdad que morir yo quiero

pues aquella llorando se fue de mí.

 

Y al marchar me decía: Ay, Safo,

qué terrible dolor el nuestro

que sin yo desearlo me voy de ti.

 

Pero yo contestaba entonces:

No me olvides y vete alegre

sabes bien el amor que por ti sentí,

 

y, si no, recordarte quiero, 

por si acaso a olvidarlo llegas,

cuánto hermoso a las dos nos pasó y feliz:

 

las coronas de rosas tantas

y violetas también que tú

junto a mí te ponías después allí,

 

las guirnaldas que tú trenzabas

y que en torno a tu tierno cuello

enredabas haciendo con flores mil,

 

perfumado tu cuerpo luego

con aceite de nardo todo

y con leche y aceite del de jazmín.

 

Recostada en el blando lecho,

delicada muchacha en flor,

al deseo dejabas tú ya salir.

 

Y ni fiesta jamás, ni danza,

ni tampoco un sagrado bosque

al que tú no quisieras conmigo ir.

-----

 

Estas son las cenizas de Timade,

muertas antes de la boda.

Fue a parar al oscuro tálamo de Perséfone.

 

Y una vez que ella pereció, 

con un acero recién afilado, 

todas sus compañeras colocaron aquí como ofrenda 

la graciosa cabellera de sus cabezas.

-----

 

Igual que al jacinto en el monte los hombres pastores

lo pisan dejando en el suelo sangrienta la flor...

-----

 

Inmortal celeste, de ornado trono,

dolotrenzadora, Afrodita, atiende:

no atormentes más con pesar y angustias

mi alma, señora,

 

sino ven aquí, si mi voz de lejos

otra vez oíste y me escuchaste

y dejando atrás la dorada casa

patria viniste,

 

tras uncir el carro: gorriones lindos

a la negra tierra tiraban prestos

con sus fuertes alas batiendo el aire

desde los cielos.

 

Y llegaron pronto, y tú, dichosa, 

con divino rostro me sonreías

preguntando qué me pasaba, a qué otra

vez te llamaba

 

y que qué prefiero en mi alma loca

me suceda ahora: "¿A quién deseas

que a tu amor yo lleve? Ay dime, Safo,

¿quién te hace daño?

 

Pues, si huyó de ti, pronto irá a buscarte;

si aceptar no quiso, dará regalos;

te amará bien pronto, si no te ama,

aun sin quererlo".

 

Ven también ahora y de amargas penas 

líbrame, y otorga lo que mi alma

ver cumplido ansía, y en esta guerra,

sé mi aliada.

-----

 

Más desdeñosa que tú, Irana, 

no sé de ninguna.

-----

 

Me enamoré de ti hace, Atis, ya tiempo;

me pareciste una niña pequeña y sin gracia...

-----


No puedo decidir

hay en mí dos almas.

-----

 

... pienso yo que jamás

muchacha habrá

viendo la luz del sol,

 

que se pueda decir

que en su saber

se parezca a ti...

-----

Se han puesto ya la luna y las pléyades,

es media noche, 

pasa el tiempo,

y yo sigo durmiendo sola.

-----

 

Sé que más tarde 

alguien se acordará de nosotras.
-----

 

Te igualaba a una diosa insigne, 

y tú te embelesabas con su canto 

como con otro ninguno. 

 

Pero se fue, 

y ahora sobresale entre las damas lidias 

lo mismo que la luna de rosados dedos 

eclipsa todas las estrellas una vez puesto el sol. 

 

Y su brillo baña de plata el mar salobre, 

e ilumina las campiñas floridas, 

donde ha caído el rocío y han brotado las rosas, 

el tierno perifollo, las dulces flores del trébol. 

 

Mas en el ajetreo de su nueva vida 

no deja de añorar el cariño de su amada Atis, 

y en el pecho le duele de nostalgia el corazón.

-----

 

... yo te buscaba y llegaste,

y has refrescado mi alma 

que ardía de ausencia.

ARRIBA


Sor Juana Inés de la Cruz

 

Detente sombra

 

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

 

Mi divina Lysis

 

Divina Lysis mía:
perdona si me atrevo
a llamarte así, cuando
aun de ser tuya el nombre no merezco.

A esto, no osadía
es llamarte así, puesto
que a ti te sobran rayos,
si en mí pudiera haber atrevimientos.

Error es de la lengua,
que lo que dice imperio
del dueño, en el dominio,
parezcan posesiones en el siervo.

Mi rey, dice el vasallo;
mi cárcel, dice el preso;
y el más humilde esclavo,
sin agraviarlo, llama suyo al dueño.

Así, cuando yo mía
te llamo, no pretendo
que juzguen que eres mía,
sino sólo que yo ser tuya quiero.

Yo te vi; pero basta:
que a publicar incendios
basta apuntar la causa,
sin añadir la culpa del efecto.

Que mirarte tan alta,
no impide a mi denuedo;
que no hay deidad segura
al altivo volar del pensamiento.

Y aunque otras más merezcan,
en distancia del cielo
lo mismo dista el valle
más humilde que el monte más soberbio,

En fin, yo de adorarte
el delito confieso;
si quieres castigarme,
este mismo castigo será premio.

 

Poema a la Virreina

 

Lo atrevido de un pincel,
Filis, dio a mi pluma alientos:
que tan gloriosa desgracia
más causa corrió que miedo.

Logros de errar por tu causa
fue de mi ambición el cebo;
donde es el riesgo apreciable
¿qué tanto valdrá el acierto?

Permite, pues, a mi pluma
segundo arriesgado vuelo,
pues no es el primer delito
que le disculpa el ejemplo

¿ de ti, peregrina Filis?,
cuyo divino sujeto
se dio por merced al mundo,
se dio por ventaja al cielo;

en cuyas divinas aras,
ni sudor arde sabeo,
ni sangre se efunde humana,
ni bruto se corta cuello,

pues del mismo corazón
los combatientes deseos
son holocausto poluto,
son materiales afectos,

y solamente del alma
en religiosos incendios
arde sacrificio puro
de adoración y silencio.

Yo, pues, mi adorada Filis,
que tu deidad reverencio,
que tu desdén idolatro
y que tu rigor venero:

bien así, como la simple
amante que, en tornos ciegos,
es despojo de la llama
por tocar el lucimiento

como el niño que, inocente,
aplica incauto los dedos
a la cuchilla, engañado
del resplandor del acero,

y herida la tierna mano,
aún sin conocer el hierro,
más que el dolor de la herida
siente apartarse del reo;

cual la enamorada Clicie
que, al rubio amante siguiendo,
siendo padre de las luces,
quiere eñsenarle adimientos;

como a lo cóncavo el aire,
como a la materia el fuego,
como a su centro las peñas,
como a su fin los intentos;

bien como todas las cosas
naturales, que el deseo
de conservarse, las une
amantes en lazos estrechos...

Pero ¿para qué cansarse?
Como a ti, Filis, te quiero;
que en lo que mereces, éste
es solo encarecimiento.

Ser mujer, ni estar ausente,
no es de amarte impedimento;
pues sabes tú que las almas
distancia ignoran y sexo.

¿Puedo yo dejar de amarte
si tan divina te advierto?
¿Hay causa sin producir?
¿Hay potencia sin objeto?

Pues siendo tú el más hermanso,
grande, soberano exceso
que ha visto en círculos tantos
el verde torno del tiempo,

¿para qué mi amor te vio?
¿por qué mi fe te encarezco,
cuando es cada prenda tuya
firma de mi cautiverio?

Vuelve a ti misma los ojos
y hallarás, en ti y en ellos,
no sólo el amor posible,
mas preciso el rendimiento,

entre tanto que el cuidado,
en contemplarte suspenso,
que vivo asegura sólo
en fe de que por ti muero.

 

Señora mía

 

Pedirte, señora, quiero
de mi silencio perdón,
si lo que ha sido atención
le hace parecer grosero.

Y no me podrás culpar
si hasta aquí mi proceder,
por ocuparse en querer,
se ha olvidado de explicar.

Que en mi amorosa pasión
no fue descuido, ni mengua,
quitar el uso a la lengua
por dárselo al corazón.

Ni de explicarme dejaba:
que, como la pasión mía
acá en el alma te veía,
acá en el alma te hablaba.

Y en esta idea notable
dichosamenta vivía,
porque en mi mano tenía
el fingirte favorable.

Con traza tan peregrina
vivió mi esperanza vana,
pues te pudo hacer humana
concibiéndote divina.

¡Oh, cuán loca llegué a verme
en tus dichosos amores,
que, aun fingidos, tus favores
pudieron enloquecerme!

¡Oh, cómo, en tu sol hermoso
mi ardiente afecto encendido,
por cebarse en lo lúcido,
olvidó lo peligroso!

Perdona, si atrevimiento
fue atreverme a tu ardor puro;
que no hay sagrado seguro
de culpas de pensamiento.

De esta manera engañaba
la loca esperanza mía,
y dentro de mí tenía
todo el bien que deseaba.

Mas ya tu precepto grave
rompe mi silencio mudo;
que él solamente ser pudo
de mi respeto la llave.

Y aunque el amar tu belleza
es delito sin disculpa
castígueseme la culpa
primero que la tibieza.

No quieras, pues, rigurosa,
que, estando ya declarada,
sea de veras desdichada
quien fue de burlas dichosa.

Si culpas mi desacato,
culpa también tu licencia;
que si es mala mi obediencia,
no fue justo tu mandato

Y si es culpable mi intento,
será mi afecto preciso,
porque es amarte un delito
de que nunca me arrepiento.

Esto en mis afectos hallo,
y más, que explicar no sé;
mas tú, de lo que callé,
inferirás lo que callo.

 

Soneto CXLV - A su retrato 

 

Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

 

éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:

es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

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