Esta es una muestra de poesía
lésbica y feminista escrita por mujeres famosas. No todas las autoras son
lesbianas, ni todas son feministas, algunas son ambas. La idea de este
espacio es difundir el trabajo que varias mujeres han realizado en este campo.
El arte no escapa a la invisibilización histórica de las mujeres, de su
emancipación y de su transgresión, sea ésta una transgresión a través del
feminismo o del lesbianismo. Y si casi no se puede encontrar literatura escrita
por mujeres feministas, y más aún por mujeres lesbianas o bisexuales donde se
toque el tema de mujeres que aman a mujeres, no es porque no existan escritoras,
es porque su obra es desvalorizada, más aún en estas formas de literatura, que
transgreden lo establecido y rompen el estereotipo de "literatura
femenina". Espero que disfruten este espacio.
Adrienne Rich (1929, Estados Unidos)
|
Arboles |
Dedicatorias |
En un concierto de Bach |
Veintiún poemas de amor
(II; III; XII;
Poema flotante, sin número; XX)
|
Audre Lorde (1934 - 1993, Estados
Unidos)
|
Mujer |
¿Quién
dijo que era simple? |
Gabriela Mistral (1889 - 1957, Chile)
|
Amor,
amor |
Gertrude Stein (1874 - 1946, Estados
Unidos)
|
Stanza
II |
Stanza
XXXVIII |
Luz Méndez de la Vega (1919,
Guatemala)
|
Safo
a Cleis |
Marguerite Yourcenar (1903 - 1987, Bélgica)
|
Versos
gnómicos |
Renée Vivien (1877 - 1909, Francia)
|
Desnudez |
El
cohete |
Grito |
La
ofrenda |
Los
árboles |
Los
seres de la noche |
Safo (620 a. C. aprox. - ?, Grecia)
|
A
mí en el pecho... |
Bajo
tierra estarás... |
Como
el viento desenfrenado... |
De
verdad que morir yo quiero... |
Estas
son las cenizas... |
Igual
que al jacinto... |
Inmortal
celeste... |
Más
desdeñosa que tú... |
Me
enamoré de tí... |
No
puedo decidir... |
Pienso
yo que jamás... |
Se
han puesto ya la luna y las pléyades... |
Sé
que más tarde... |
Te
igualaba a una diosa insigne... |
Yo
te buscaba y llegaste... |
Sor Juana Inés de la Cruz (1651 - 1695, México)
|
Detente
sombra |
Mi
divina Lysis |
Poema
a la Virreina |
Señora
mía |
Soneto
CXLV - A su retrato
|
* "Sappho y Erinna" (Solomon)
Adrienne
Rich
Arboles
(de: Necesidades de
vida)
Desde el interior, los
árboles avanzan hacia el bosque,
el bosque que estuvo
vacío todos aquellos días,
donde ningún pájaro
podía posarse,
ningún insecto
esconderse,
y ningún sol podía
enterrar su pies en la sombra;
en el bosque vacío de
esas noches,
los árboles
abundarán por la mañana.
Las raíces se
esfuerzan toda la noche
por desprenderse de
las grietas
en el suelo de la
terraza.
Las hojas se retuercen
hacia los vidrios,
pequeños vástagos
endurecidos por el esfuerzo
largas y torcidas
ramas que se desprenden con dificultad
bajo el techo, como
pacientes recién dados de alta,
medio-aturdidos,
dirigiéndose
hacia las puertas de
la clínica.
Aquí me acomodo. Las
puertas se abren hacia la terraza,
escribo extensas
cartas
donde apenas menciono
el bosque
y su partida de la
casa.
La noche está fresca,
la luna entera brilla
en un cielo aún
abierto.
El aroma de hojas y
liquen
llega como una voz a
las habitaciones.
Mi mente está plena
de susurros
que permanecerán en
silencio mañana.
Escucha. Los vidrios
se quiebran,
se tambalean los
árboles
Hacia la noche. El
viento
se apresura a
recibirlos.
Como un espejo la luna
se ha quebrado
y en la copa del roble
más alto
relampaguean ahora sus
fragmentos.
Dedicatorias
(de: Un Atlas del
Difícil Mundo)
Sé que estás leyendo este poema
tarde, antes de dejar tu oficina
de la única lámpara amarillo
intenso y la ventana que se va oscureciendo
en la lasitud de un edificio fundido
al silencio mucho después de la hora pico.
Sé que estás leyendo este poema
parad@ en una librería lejos del océano
en un día gris del principio de la
primavera,
débiles copos arrastrados por los enormes espacios de las planicies
a tu alrededor.
Sé que estás leyendo este poema
en una habitación donde
demasiado ha sucedido como para que lo soportes
donde las sábanas se enroscan
estancadas en la cama y la valija abierta habla de huida
pero todavía no
puedes
irte.
Sé que estás leyendo este poema
mientras el subterráneo pierde
velocidad
y antes de subir corriendo las escaleras
hacia una nueva clase de amor
que tu vida nunca permitió.
Sé que estás leyendo este poema
a la luz de la
pantalla del televisor
donde imágenes sin sonido se sacuden
y deslizan mientras
esperás el noticiero de la intifada.
Sé que estás leyendo este poema
en una
sala de espera de ojos encontrados
y que no se encuentran,
de identidad con
extraños.
Sé que estás leyendo este poema
con luz fluorescente en el
aburrimiento y la fatiga de jóvenes contados,
que se descuentan a sí mismos,
a
una edad demasiado temprana.
Sé que estás leyendo este poema
con tu vista
debilitada,
los gruesos lentes agrandando estas letras más allá de todo
significado
y sin embargo sigues leyendo porque hasta el alfabeto es precioso.
Sé que estás leyendo este poema
caminando por la cocina calentando leche,
un
bebé llorando sobre tu hombro,
un libro en tu mano porque la vida es corta y
tú también tienes sed.
Sé que estás leyendo este poema
que no está en tu
idioma
adivinando algunas palabras mientras otras te hacen seguir leyendo
y
quiero saber cuáles son esas palabras.
Sé que estás leyendo este poema
escuchando,
desgarrad@ entre la amargura
y la esperanza
volviendo una vez más a
la tarea que no puedes rehuir.
Sé que estás leyendo este poema
porque ya no
queda otra cosa que leer
ahí donde aterrizaste,
desnud@ como estás.
En un concierto de
Bach
(de: Un Cambio de
Mundo)
II
(de:
Veintiún Poemas de Amor)
Me despierto en tu cama.
Se que he
estado soñando.
Mucho
más temprano, la alarma nos separó la una de la otra,
Has estado en tu escritorio
por horas. Sé lo que soñé:
nuestra
amiga la poeta viene a mi habitación
donde
estuve escribiendo por días,
bocetos, carbonillas, poemas
están desperdigados por todas partes,
y quiero
mostrarle un poema
que es el poema de mi vida. Pero vacilo,
y me despierto.
Besaste mis cabellos
para despertarme.
Soñé que eras un poema,
digo, un poema que quería mostrarle a
alguien...
y me río y
vuelvo a soñar
con el
deseo de mostrarte a toda la gente que amo,
para
movernos abiertamente juntas
en el influjo de la gravedad,
lo cual no es simple,
lo cual transporta al césped alado
por un largo camino lejos
del
elevado viento.
III
(de:
Veintiún Poemas de Amor)
Porque ya no somos jóvenes,
las
semanas han de bastar por los años sin conocernos.
Sólo
esa extraña curva del tiempo me dice que ya no somos jóvenes.
¿Caminé yo
acaso por las calles en la madrugada,
a los veinte, con la piernas temblándome
y los brazos en éxtasis más pleno?
¿Acaso me asomé por alguna ventana
buscando la ciudad atenta al futuro,
como ahora aquí, esperando tu llamada?
Con
el mismo ritmo tú te aproximaste a mí.
Son eternos tus ojos, verde destello de
la hierba verde azulada del comienzo del verano.
Sí. A los veinte creíamos ser
eternas.
A los cuarenta y cinco deseo conocer incluso nuestros límites.
Te
acaricio ahora, y sé que no nacimos mañana,
y que de algún modo tú y yo nos
ayudaremos a vivir,
y en algún lugar
cada una debe ayudar
a la otra a morir.
XII
(de:
Veintiún Poemas de Amor)
Durmiendo, girando incesantes como
planetas en sus praderas nocturnas:
un roce es suficiente para hacernos saber
que no estamos solas en el universo,
aún
dormidas los fantasmas del sueño de
dos mundos cruzan sus pueblos fantasmas,
casi hablándose entre sí.
Despierto
al susurro de tus palabras dichas a años luz o años sombra
como si mi propia
voz hablara.
Pero tenemos voces diferentes, aún en sueños,
y nuestros cuerpos,
tan parecidos, son sin embargo diferentes
y resuena el pasado a través de
nuestras venas cargado con lenguajes diferentes, sentidos diferentes,
pero
cualquier crónica del mundo compartida podría ser escrita con un sentido
nuevo:
éramos dos amantes
de un género,
éramos dos mujeres de
una generación.
Poema
flotante, sin número
(de:
Veintiún Poemas de Amor)
Pase lo que
pase con nosotras, tu cuerpo
vivirá en mí...
tierno, delicado,
tu forma
de hacer el amor,
como la fronda
semi enroscada del helecho en espiral en los bosques
recién
bañados por el
sol. Tus viajeros y generosos muslos
entre los
cuales mi rostro entero se
hunde una y otra vez...
la
inocencia y sabiduría del lugar que mi lengua ha encontrado ahí...
La viva,
insaciable danza de tus pezones en mi boca...
Tu forma
de tocar, firme, protectora, investigándome,
tu lengua
fuerte y tus finos dedos
llegando donde te
estuve esperando por años,
en mi rosa, húmeda cueva...
Pase lo que
pase, esto es.
XX
(de:
Veintiún Poemas de Amor)
Aquella conversación que siempre
estuvimos a punto de tener,
está girando en mis pensamientos,
Durante la noche
el Hudson tiembla bajo las luces de Nueva Jersey
El agua contaminada reflejando
también la luna
Y yo distingo a una mujer
Que amaba ahogándose en secretos,
con una temible herida
Alrededor de su garganta que la rodea tal como los
cabellos.
Y esa es ella con quien he intentado hablar,
cuya herida, expresa en
su rostro
Volviéndose a un lado de dolor,
es arrastrada cada vez mas profundo
Donde no me puede escuchar,
Y enseguida me doy cuenta yo
que estaba hablando con
mi alma.
ARRIBA


Mujer
Sueño con un lugar entre tus
pechos
para construir mi casa como un refugio
donde siembro
en tu cuerpo
una cosecha infinita
donde la roca más común
es piedra de la luna y ópalo ébano
que da leche a todos mis deseos
y tu noche cae sobre mí
como una lluvia que nutre.
¿Quién dijo que era simple?
Tiene tantas raíces el árbol de
la rabia
que a veces las ramas se quiebran
antes de dar frutos.
Sentadas en Nedicks
las mujeres se reúnen antes de marchar
hablando de las problemáticas muchachas
que contratan para quedar libres.
Un empleado casi blanco posterga
a un hermano que espera para atenderlas primero
y las damas no advierten ni rechazan
los placeres más sutiles de su esclavitud.
Pero yo que estoy limitada por mi espejo
además de por mi cama
veo causas en el color
además de en el sexo
y me siento aquí preguntándome
cuál de mis yo sobrevivirá
a todas estas liberaciones.
ARRIBA

Gabriela
Mistral
Amor, amor
Anda libre en el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡le tendrás que escuchar!
Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de mar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrás que hospedar!
Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrás que hospedar!
Tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrás que creer!
Te echa venda de lino; tú la venda toleras.
Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso para en morir! "
ARRIBA

Gertrude
Stein
Stanza II
Pienso muy bien de Susan pero
no sé su nombre
Pienso muy bien de Ellen pero lo que no es lo mismo
Pienso muy bien de Paul le digo que no lo haga
Pienso muy bien de Francis Charles pero lo hago
Pienso muy bien de Thomas pero no no lo hago
Pienso muy bien de no muy bien de William
Pienso muy bien de cualquier muy bien de él
Pienso muy bien de él.
Es notable qué rápido aprenden
Pero si aprenden y es muy notable qué rápido aprenden
Supone no sólo sino por y por
Y pueden no sólo estar no aquí
Sino no ahí
Lo cual después de todo no supone ninguna diferencia
Después de todo esto no supone ninguna no supone ninguna diferencia
Agrego agregado eso a eso.
Bien podría estar podría y estar aquí.
Stanza XXXVIII
Lo cual quiero decir es esto
No hay principio de un fin
Pero hay un principio y un fin
De principio.
Pues sí por supuesto.
Cualquiera puede advertir que norte por supuesto
Es no sólo norte pero norte como norte
Por qué se preocupaban.
Lo que quiero decir es esto.
Sí por supuesto.
ARRIBA

Luz
Méndez de la Vega
Safo A Cleis
Me
amo en ti,
y
en tu
figura,
me miro,
transformada
con la forma de
mi sueño.
Al acariciarte
es mi reflejo
el que acaricio
narciso
en el espejo de tu
cuerpo.
Me miro, así,
toda yo
vuelta
carne tuya,
belleza que amo,
seda que acaricio
en tus mejillas.
Sabor de tu piel
en la
blanca corola
de tus senos
y en la oscura y
dulce fruta
de tu sexo.
Lenta y deleitosa
te recorro
con mis dedos
más sabios en
formas que los de Fidias,
y vuelvo
un
cinturón de oro
mis brazos en torno
a tu cintura,
mientras ávidas
mis piernas
-como
lianas-
se enredan en las tuyas
al tiempo que no hay
límite
entre tu boca y la mía.
¿Tú o yo?
¿Cuál soy?
¿o cuál tú eres?
Fundidas en el
placer
todo se borra,
y sobre el lecho, entre
los deshojados jacintos
de las rotas guirnaldas
-con que nos adornamos
para el íntimo festejo-
sólo sé
que soy llama
encendida en tu aliento.
Enajenada en ti
sin tiempo
y sin
fronteras.
Perdida el borde de mi cuerpo,
en las oscuras
aguas
del orgasmo,
me entrego hasta morir
en tu belleza.
ARRIBA

Marguerite Yourcenar
Versos
gnómicos
Te vi crecer como un árbol, eternidad inefable,
te vi endurecerte como un mármol, indecible realidad.
Prodigio cuyo nombre se me escapa, granito, para el cincel, inflexible,
felicidad compartida por el pájaro y por el agua que el perro bebe.
Secreto que hay que saber y callar, todo lo que dura es pasajero,
siento girar la tierra y el cielo de astros ligero.
Sonreíd, muertos bien acostados! Todo pasa y sin embargo dura,
las briznas de la verdura nacen del grano de las rocas negro.
ARRIBA

Renée Vivien
Desnudez
Te arrojaba la sombra efluvios de agonía.
El silencio se hizo turbador y anhelante.
Escuché un susurrar de pétalos rosados.
Lirio entre lirios, blanco, se me mostró tu cuerpo.
Sentí de pronto indignos los toscos labios míos.
Mi alma cumplió un sueño conmovido: posar
en tu encanto, que sabe retener tanta luz,
el tembloroso hálito de algún místico beso.
Desdeñando los mundos que el deseo encadena,
gélida mantuviste tu sonrisa inmortal:
Sobrehumana y extraña resiste la Belleza
y exige la distancia radiante del altar.
En torno a ti, esparcidos, sollozaban los nardos
y tus senos se erguían, intactos y orgullosos.
Quemaba en mi mirada el doloroso éxtasis
que oprime en los umbrales de la divinidad.
El cohete
Vertiginosamente volaba a las estrellas.
Mi orgullo degustaba el triunfo de los dioses.
Desgarraba mi vuelo, jubiloso y nupcial,
Las tinieblas de estío como velos muy tenues...
Con fugitivo beso de himeneo, fui amante
De la Noche de pelo cuajado de violetas.
Las flores del tabaco me entreabrían sus cápsulas
De marfil donde, tibio, dormía algún recuerdo.
Vislumbraba más alta la Pléyade divina.
Ascendía...Alcanzaba el Eterno Silencio.
Entonces me quebré como un loco arco iris,
Arrojando fulgores de oro, de ónice y jade.
Fui el relámpago extinto y el sueño destruido.
Sabiendo del ardor, del esfuerzo en la lucha,
Del vencer, del espanto monstruoso de caer,
Fui la estrella caída que se apaga en la noche.
Grito
Tus pupilas azules, tus entornados párpados,
encubren un fulgor de confusas traiciones.
La emanación violenta, maligna de esas rosas
me embriaga como vino donde duermen venenos.
A la hora en que danzan, dementes, las luciérnagas,
y asoma a nuestros ojos el brillo del deseo.
En vano me repites las palabras de halago,
y te odio y te amo abominablemente.
La ofrenda
Para probar que aun más que a mí misma la amo,
A la mujer que quiero le ofreceré mis ojos.
Le diré en tono tierno, jubiloso y humilde:
-He aquí, amada mía, la ofrenda de mis ojos.
Te entregaré mis ojos que tantas cosas vieron.
Tantísimos crepúsculos, tanto mar, tantas rosas.
Estos ojos -los míos- se posaron antaño
En el altar terrible de la remota Eleusis,
En la belleza sacra y pagana de Sevilla,
En la Arabia indolente y en sus mil caravanas.
Vi Granada, cautiva vana de sus grandezas
Muertas entre cantares y perfumes muy densos.
La pálida Venecia, Dogaresa muriente,
Y Florencia que fuera la maestra de Dante.
La Hélade y sus ecos de un llanto de siringa
Y Egipto acurrucado frente a la gran Esfinge.
Junto a las olas sordas que sosiega la noche
Vi tupidos vergeles, orgullo en Mitilene.
He visto islas de oro en templos perfumados,
Y ese Yeddo y sus frágiles voces de japonesas.
Al azar de los climas, las corrientes, las zonas
Incluso vi la China y sus rostros amarillos.
He visto islas de oro donde el aire se endulza
Y sagrados estanques en los templos hindúes,
Templos donde perduran inútiles saberes...
¡Te regalo, mi Amada, todo lo que he mirado!
Y regreso trayéndote cielos grises y alegres,
A ti que te amo tanto, la ofrenda de mis ojos.
Los árboles
En el azur de abril, en el gris del otoño,
Los árboles poseen una gracia inquietante.
El álamo en el viento se retuerce y se pliega
Cual cuerpos de mujer trémulos de deseo.
Su gracia es un desmayo de carne abandonada
Y murmura su fronda, al soñar se estremece,
Se inclina, enamorada de las rosas del Este.
Lleva el olmo en su frente una corona pálida.
Revestido de claro de luna plateado,
El abedul deshila su cambiante marfil
Y plasma palideces en las sombras inciertas.
El tilo huele a ásperas y oscuras cabelleras.
Y desde las acacias de lejana verdura
Divinamente cae la nieve del perfume.
Los Seres de la noche
Los Seres de la noche y los Seres del día
Se reparten, por turnos, desde antaño mi alma.
Los Seres de la noche me hacen temer el día.
Pues los Seres del día son triunfantes y libres,
Ningún horror secreto hace vibrar sus fibras.
Tienen el mirar limpio de los que nacen libres.
Los Seres de la noche, lentos, pasivos, dulces,
Tienen alma de río sosegado y oscuro.
Sus gestos son furtivos y sus risas son dulces.
Mas los Seres del día tienen pupilas claras,
De ese azul que ve sólo un águila en su cielo.
El día da esplendor a pupilas tan claras.
Son los vívidos ojos de héroes y de reyes
Del Norte, que se ríen en sus palacios gélidos,
De reinas cuyas almas dominaron a reyes.
Los Seres de la noche son cautos: en la sombra,
Fósforo misterioso se enciende en su mirada.
Los Seres de la noche sólo habitan la sombra.
Los Seres de la noche, débiles, deliciosos,
Hacen errar, pues son amantes fugitivos,
Amantes con entrañas pérfidas, deliciosas.
Desvían, en el beso, su muy frígida boca
Y flaquea su paso como en un gesto huraño.
Sólo se bebe un beso mentido de su boca.
Temerás la atracción de los Seres nocturnos.
Pues su cuerpo flexible resbala entre los brazos
Y huye: su amor es sólo mentira de la noche.
ARRIBA

Safo
A mí en el pecho el corazón
se
oprime sólo en mirarte,
ni la voz acierta de mi garganta a
prorrumpir,
y rota calla la lengua.
-----

Bajo
tierra estarás,
nunca
de ti,
muerta,
memoria habrá
ni
añoranza; que a ti
de
este rosal
nada
las Musas dan;
ignorada
también,
tú
marcharás
a
esa infernal mansión,
y
volando errarás,
siempre
sin luz,
junto
a los muertos tú.
-----
Como el viento desenfrenado
que en las montañas
cae sobre los bosques,
el amor estremece mi ser.
-----
De
verdad que morir yo quiero
pues
aquella llorando se fue de mí.
Y al
marchar me decía: Ay, Safo,
qué
terrible dolor el nuestro
que
sin yo desearlo me voy de ti.
Pero
yo contestaba entonces:
No
me olvides y vete alegre
sabes
bien el amor que por ti sentí,
y,
si no, recordarte quiero,
por
si acaso a olvidarlo llegas,
cuánto
hermoso a las dos nos pasó y feliz:
las
coronas de rosas tantas
y
violetas también que tú
junto
a mí te ponías después allí,
las
guirnaldas que tú trenzabas
y
que en torno a tu tierno cuello
enredabas
haciendo con flores mil,
perfumado
tu cuerpo luego
con
aceite de nardo todo
y
con leche y aceite del de jazmín.
Recostada
en el blando lecho,
delicada
muchacha en flor,
al
deseo dejabas tú ya salir.
Y ni
fiesta jamás, ni danza,
ni
tampoco un sagrado bosque
al
que tú no quisieras conmigo ir.
-----
Estas son las
cenizas de Timade,
muertas
antes de la boda.
Fue a parar al oscuro tálamo de
Perséfone.
Y
una vez que
ella pereció,
con un acero recién afilado,
todas sus compañeras colocaron aquí
como ofrenda
la graciosa cabellera de sus cabezas.
-----
Igual
que al jacinto en el monte los hombres pastores
lo
pisan dejando en el suelo sangrienta la flor...
-----
Inmortal
celeste, de ornado trono,
dolotrenzadora,
Afrodita, atiende:
no atormentes más con
pesar y angustias
mi alma, señora,
sino ven aquí, si mi
voz de lejos
otra vez oíste y me
escuchaste
y dejando atrás la
dorada casa
patria viniste,
tras uncir el carro:
gorriones lindos
a la negra tierra
tiraban prestos
con sus fuertes alas
batiendo el aire
desde los cielos.
Y llegaron pronto, y
tú, dichosa,
con divino rostro me
sonreías
preguntando qué me
pasaba, a qué otra
vez te llamaba
y que qué prefiero en
mi alma loca
me suceda ahora:
"¿A quién deseas
que a tu amor yo
lleve? Ay dime, Safo,
¿quién te hace
daño?
Pues, si huyó de ti,
pronto irá a buscarte;
si aceptar no quiso,
dará regalos;
te amará bien pronto,
si no te ama,
aun sin
quererlo".
Ven también ahora y
de amargas penas
líbrame, y otorga lo
que mi alma
ver cumplido ansía, y
en esta guerra,
sé mi aliada.
-----
Más
desdeñosa que tú, Irana,
no
sé de ninguna.
-----
Me
enamoré de ti hace, Atis, ya tiempo;
me pareciste una niña
pequeña y sin gracia...
-----
No puedo decidir:
hay en mí dos almas.
-----
... pienso
yo que jamás
muchacha habrá
viendo la luz del sol,
que se pueda decir
que en su saber
se parezca a ti...
-----
Se han puesto
ya la luna y las pléyades,
es media
noche,
pasa el
tiempo,
y yo sigo durmiendo sola.
-----
Sé que más tarde
alguien se acordará de nosotras.
-----
Te igualaba a una diosa insigne,
y tú te
embelesabas con su canto
como con otro ninguno.
Pero se fue,
y ahora sobresale
entre las damas lidias
lo mismo que la luna de rosados dedos
eclipsa todas las
estrellas una vez puesto el sol.
Y su brillo baña de plata el mar salobre,
e
ilumina las campiñas floridas,
donde ha caído el rocío y han brotado las
rosas,
el tierno perifollo, las dulces flores del trébol.
Mas en el ajetreo de su nueva vida
no deja de añorar el cariño
de su amada Atis,
y en el pecho le duele de nostalgia el corazón.
-----
... yo
te buscaba y llegaste,
y has refrescado mi
alma
que ardía de
ausencia.
ARRIBA

Sor Juana Inés de la Cruz
Detente sombra
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
Mi divina
Lysis
Divina
Lysis mía:
perdona si me atrevo
a llamarte así, cuando
aun de ser tuya el nombre no merezco.
A esto, no osadía
es llamarte así, puesto
que a ti te sobran rayos,
si en mí pudiera haber atrevimientos.
Error es de la lengua,
que lo que dice imperio
del dueño, en el dominio,
parezcan posesiones en el siervo.
Mi rey, dice el vasallo;
mi cárcel, dice el preso;
y el más humilde esclavo,
sin agraviarlo, llama suyo al dueño.
Así, cuando yo mía
te llamo, no pretendo
que juzguen que eres mía,
sino sólo que yo ser tuya quiero.
Yo te vi; pero basta:
que a publicar incendios
basta apuntar la causa,
sin añadir la culpa del efecto.
Que mirarte tan alta,
no impide a mi denuedo;
que no hay deidad segura
al altivo volar del pensamiento.
Y aunque otras más merezcan,
en distancia del cielo
lo mismo dista el valle
más humilde que el monte más soberbio,
En fin, yo de adorarte
el delito confieso;
si quieres castigarme,
este mismo castigo será premio.
Poema a la Virreina
Lo atrevido de un pincel,
Filis, dio a mi pluma alientos:
que tan gloriosa desgracia
más causa corrió que miedo.
Logros de errar por tu causa
fue de mi ambición el cebo;
donde es el riesgo apreciable
¿qué tanto valdrá el acierto?
Permite, pues, a mi pluma
segundo arriesgado vuelo,
pues no es el primer delito
que le disculpa el ejemplo
¿ de ti, peregrina Filis?,
cuyo divino sujeto
se dio por merced al mundo,
se dio por ventaja al cielo;
en cuyas divinas aras,
ni sudor arde sabeo,
ni sangre se efunde humana,
ni bruto se corta cuello,
pues del mismo corazón
los combatientes deseos
son holocausto poluto,
son materiales afectos,
y solamente del alma
en religiosos incendios
arde sacrificio puro
de adoración y silencio.
Yo, pues, mi adorada Filis,
que tu deidad reverencio,
que tu desdén idolatro
y que tu rigor venero:
bien así, como la simple
amante que, en tornos ciegos,
es despojo de la llama
por tocar el lucimiento
como el niño que, inocente,
aplica incauto los dedos
a la cuchilla, engañado
del resplandor del acero,
y herida la tierna mano,
aún sin conocer el hierro,
más que el dolor de la herida
siente apartarse del reo;
cual la enamorada Clicie
que, al rubio amante siguiendo,
siendo padre de las luces,
quiere eñsenarle adimientos;
como a lo cóncavo el aire,
como a la materia el fuego,
como a su centro las peñas,
como a su fin los intentos;
bien como todas las cosas
naturales, que el deseo
de conservarse, las une
amantes en lazos estrechos...
Pero ¿para qué cansarse?
Como a ti, Filis, te quiero;
que en lo que mereces, éste
es solo encarecimiento.
Ser mujer, ni estar ausente,
no es de amarte impedimento;
pues sabes tú que las almas
distancia ignoran y sexo.
¿Puedo yo dejar de amarte
si tan divina te advierto?
¿Hay causa sin producir?
¿Hay potencia sin objeto?
Pues siendo tú el más hermanso,
grande, soberano exceso
que ha visto en círculos tantos
el verde torno del tiempo,
¿para qué mi amor te vio?
¿por qué mi fe te encarezco,
cuando es cada prenda tuya
firma de mi cautiverio?
Vuelve a ti misma los ojos
y hallarás, en ti y en ellos,
no sólo el amor posible,
mas preciso el rendimiento,
entre tanto que el cuidado,
en contemplarte suspenso,
que vivo asegura sólo
en fe de que por ti muero.
Pedirte, señora, quiero
de mi silencio perdón,
si lo que ha sido atención
le hace parecer grosero.
Y no me podrás culpar
si hasta aquí mi proceder,
por ocuparse en querer,
se ha olvidado de explicar.
Que en mi amorosa pasión
no fue descuido, ni mengua,
quitar el uso a la lengua
por dárselo al corazón.
Ni de explicarme dejaba:
que, como la pasión mía
acá en el alma te veía,
acá en el alma te hablaba.
Y en esta idea notable
dichosamenta vivía,
porque en mi mano tenía
el fingirte favorable.
Con traza tan peregrina
vivió mi esperanza vana,
pues te pudo hacer humana
concibiéndote divina.
¡Oh, cuán loca llegué a verme
en tus dichosos amores,
que, aun fingidos, tus favores
pudieron enloquecerme!
¡Oh, cómo, en tu sol hermoso
mi ardiente afecto encendido,
por cebarse en lo lúcido,
olvidó lo peligroso!
Perdona, si atrevimiento
fue atreverme a tu ardor puro;
que no hay sagrado seguro
de culpas de pensamiento.
De esta manera engañaba
la loca esperanza mía,
y dentro de mí tenía
todo el bien que deseaba.
Mas ya tu precepto grave
rompe mi silencio mudo;
que él solamente ser pudo
de mi respeto la llave.
Y aunque el amar tu belleza
es delito sin disculpa
castígueseme la culpa
primero que la tibieza.
No quieras, pues, rigurosa,
que, estando ya declarada,
sea de veras desdichada
quien fue de burlas dichosa.
Si culpas mi desacato,
culpa también tu licencia;
que si es mala mi obediencia,
no fue justo tu mandato
Y si es culpable mi intento,
será mi afecto preciso,
porque es amarte un delito
de que nunca me arrepiento.
Esto en mis afectos hallo,
y más, que explicar no sé;
mas tú, de lo que callé,
inferirás lo que callo.
Soneto
CXLV - A su
retrato
Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
ARRIBA